Queremos notar los beneficios de Mindfulness cuanto antes.

Cuando nos encontramos con malestar físico o emocional (llámalo estrés, ansiedad, depresión…) lo primero que queremos es sentirnos mejor. Tiene sentido…claro…

Entonces empezamos con prácticas de meditación o mindfulness y… ¡qué duro, qué incómodo, no me gusta…! Estos son los mensajes de nuestra «mente» que, con sentido de supervivencia, nos cuenta que esa experiencia de momento no es agradable y que la evites.

Es por ello que al inicio necesitamos perseverar en la práctica.

¿Qué es útil para sostener la práctica al inicio cuando no es tan agradable?

  • Crear un espacio confortable o un ritual que te guste: tomar una infusión antes. encender una vela, tener un sitio para practicar
  • Hacer pequeñas prácticas diarias para notar beneficios más inmediatos y así que ello nos permita confiar en las prácticas más largas o menos agradables al inicio. Ejemplo: cerrar los ojos y hacer 5 respiraciones conscientes 2 veces al día, parar un momento la actividad y traer a atención al cuerpo o a una imagen que nos inspire confianza… Estas son prácticas de atención plena también porque la Atención Plena es una atención plenamente en lo que está sucediendo y eso lo apreciamos a través de los sentidos. O sea que practica atención plena es observar lo que vemos sin juzgarlo, oler conscientemente, saborear algo, tocar y notar las sensaciones del tacto, escuchar…
estados de la mente Mindfulness

Es precisamente la mente impaciente y que quiere huir de lo desagradable la que queremos entrenar. Es decir, quien «te cuenta que esa práctica es desagradable», la voz interna de tus pensamientos, es la que va cediendo con las prácticas y deja de estar tan a menudo o está pero no la haces tanto caso, o sea que baja la sensación desagradable o el rechazo a ella (muy útil cuando las situaciones no se pueden cambiar de momento). Quizá incluso te dice que quizá tú no notes los beneficios de Mindfulness, que no es para ti.

En definitiva, Mindfulness es un estado que podemos entrenar a través de prácticas que hay que realizar durante un tiempo. MBSR es un «formato» estudiado y contrastado que nos lleva a que ese desarrollo sea más agradable, efectivo y satisfactorio.

Tras un curso MBSR aprendemos a estar en esa práctica, sea agradable o no, encontramos algunas soluciones a nuestro malestar y podemos ser más amables y comprensivos con las experiencias de dolor.