La de tiempo que me llevó descubrir lo importante que es esto. Como a cualquier ser humano, me han pasado y me pasan cosas: unas buenas, otras malas, otras ni «fu ni fa»… (claro, es mi mente la que valora si es bueno o malo). El tema de hoy es la duda de ¿para qué sirve sentir algo? Yo añadiría: sentir siempre sentimos, o sea que no es que podamos elegir entre sentir o no. Lo que podemos hacer o no hacer es evitar, bloquear, reprimir lo sentido vs sentirlo y darnos cuenta de lo que estamos sintiendo.
Para explicar mejor cuál es la repuesta, puede ser más claro mirar las consecuencias de ambos modos:
El modo primero, el de huir de la emoción (evitando, reprimiendo…), tiene un efecto positivo a corto plazo, puesto que no sientes un gran malestar. Es como gritar todos los días a una persona. Te liberas pero sabes que a medio plazo esa relación peligra. Evitar sentir es humano, no te culpes. Es una respuesta adaptativa aunque no saludable. Solemos decir «yo me pongo el chubasquero», «paso», «me entra por un oído y me sale por otro»… Las consecuencias emocionales de esta respuesta ante algo desagradable son varias: aparecen explosiones de rabia ante situaciones no tan importantes, se nota cierto resentimiento con personas, actitud resignada en ciertas situaciones, falta de empatía…. Es lo que tiene el «no sentir»: que como la emoción necesita ser atendida siempre, sale por otras vías que, como las citadas, llevan a consecuencias peores.
El modo segundo, el de identificar y sentir, tiene el funcionamiento a la inversa: en el momento sientes y es desagradable. A medio plazo se produce aprendizaje, eliminación del malestar y sobre todo la sensación de ser dueño o dueña de ti mismo / misma. Sentir, eso sí, sin herramientas, puede ser un acto kamikaze. De ahí que aprender a gestionar las emociones se convierte en clave: aprender a usar herramientas que, como en el gimnasio, te permitan sujetar progresivamente el peso emocional de la vida.

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